miércoles, 5 de octubre de 2011

¿Ha visto alguien mi tiempo? ¡Lo he perdido!

Si el mundo interior está en orden, es porque he tomado la decisión diaria de considerar el tiempo como un regalo de Dios, digno de ser invertido cuidadosamente.
Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: Las hormigas pueblo no fuerte, y en verano preparan su comida; Los conejos, pueblo nada esforzado, y ponen su casa en la piedra; Las langostas que no tienen rey, y salen todas por cuadrillas; Y la araña que atrapas co la mano, y esta en palacios de rey. Proverbios 30: 24-28
En cierta ocasión di una conferencia a un grupo de pastores en la que mencione varios libros que yo había leído hacia poco, y una vez terminada la misma, un joven ministro me pregunto: ¿De dónde ha sacado usted para leer esos libros? Cuando entre en el pastorado, yo estaba seguro de que también podría hacer esa clase de lectura pero llevo semanas enteras sin leer nada en absoluto. ¡Me encuentro demasiado ocupado!
Hablamos brevemente de la disciplina de la lectura, y la conversación empezó a derivar hacia otros aspectos de su vida personal. El joven pastor compartió conmigo que se sentía culpable en cuanto a sus devocionales, los cuales eran casi inexistentes. Admitió así mismo que hacía mucho que no pasaba nada que se pareciera a un rato verdaderamente fructífero con su esposa, y se lamentaba de que sus sermones eran por lo general deficientes, según su propia evaluación.

Al final de nuestra conversación el ministro reconoció que su fracaso incluso en leer un libro era solo indicio de una lucha todavía más profunda: francamente hablando expreso, me encuentro totalmente desorganizado y no logro hacer nada que valga la pena.

Simpatizo mucho con ese joven y con su confesión. Hubo un tiempo en mi propia vida en el cual yo hubiera podido decir lo mismo que el. Por otra parte, no creo que ninguno de los dos nos habríamos quedado solos sin en aquella conferencia nuestros colegas hubiesen sido sinceros. El mundo está lleno de gente desorganizada que ha perdido el control de su tiempo.
Comentando sobre la indisciplinada vida de Samuel Taylor Coleridge, William Barclay escribió:
Coleridge es la tragedia suprema sobre la indisciplina nunca una mente tan magnífica produjo tan poco. Abandono la Universidad de Cambridge para alistarse en el ejército; luego lo dejo porque no podía almohazar un caballo; volvió a la universidad de Oxford y salió de ahí sin haber obtenido ningún título. Comenzó a publicar un periódico llamado The Watchman (El vigilante), cuya vida se limito a solo diez minutos.

De Samuel Taylor Coleridge también se ha dicho que “se perdía en visiones de trabajo que necesitaba hacerse, y que siempre quedaba sin hacerse”. Coleridge tenía todos los dones poéticos menos uno: el de concentrarse y mantenerse con la tarea lo demandaba”. El tenia en la cabeza y la mente toda clase de libros, que como el mismo decía, solo les faltaba la “trascripción”. Estoy a punto “expreso de mandar dos volúmenes”. Pero esos libros jamás se escribieron, salvo en la mente de Coleridge, porque él no era capaz de aceptar la disciplina de sentarse y redactarlos. Nadie ha alcanzado nunca ninguna eminencia, ni habiéndola alcanzado la ha mantenido jamás sin disciplina.

Bibliografía
MACDONALD, Gordon (2008). Ponga orden en su mundo interior. Ed. Betania, México

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